Benidorm y sus islas
A primera vista, a muy primera vista, a todos nos parece que en Benidorm sólo hay una isla: allí enfrente, por donde el este nos muestra el primer sol, la que Fernando Gil en su libro “Alicante desde el aire” –de Ayalga Ediciones, en 1997- cita: “Casi al sur de Benidorm y como a media legua está el islote, de la misma naturaleza que el cerro del continente que sostiene la villa y con la misma inclinación de bancos” escribió Cavanilles hace mas de un siglo. El islote está a dos millas marinas de la costa y mide seis hectáreas. Se afirma que su origen puede ser un hundimiento producido por un terremoto, pero hay quien afirma que todo lo que pasó está incluido en la leyenda de Roldán, según la cual la isla es fruto de un golpe de espada y el posterior lanzamiento de la roca al mar por el mismo personaje.
Sea como fuere, pues otras leyendas haberlas haylas, desde el Hotel Carlos I de Benidorm la isla parece estar al alcance de la mano. Conocida después con el sobrenombre “de los periodistas” el apelativo deviene del apadrinamiento que el 26 de mayo de 1970 hizo la XXVIII Asamblea Nacional de Asociaciones de la Prensa y que quedó plasmado en un gran pergamino firmado por los 140 profesionales periodistas que habían acudido a dicha convocatoria.
Pero hay mas islas en Benidorm: auténticos islotes de paz y descanso. Espacios para el ocio pasivo, si así se desea, tan relajados como las desiertas noches en la isla, otrora también llamada de los pavos reales. Un ejemplo: en el Hotel Carlos I se puede descansar plácidamente en una hamaca junto a la piscina, con o sin familia, habiendo viajado como single, en pareja o en grupo de amigos. O cruzar la calzada y tumbarse en la fina arena de la playa de Poniente, y desde allí mirar la isla tratando de vislumbrar algún movimiento o acercamiento humano.
Claro, a la isla se puede uno, solo o en grupo, desplazar a modo de excursión. ¡Infórmate en la recepción de su Hotel Carlos I!, donde le gestionarán el desplazamiento con o sin almuerzo. Otro periodista, González Pomata, escribía por entonces sobre ella en el periódico Información de Alicante: “Se le ha llamado de los Pavos Reales porque en el peñasco se atemperaron bien. Hubo monos, gallinas de Guinea y otras especies. Hoy son los pavos y palomos sus “habitantes estables”.
O volviendo al Hotel Carlos I donde nos alojamos, nuestra habitación también puede considerarse una isla para el descanso, con el mar casi a nuestro alrededor, pero con la salvedad de no encontrarnos en una desierta. Los servicios están a mano, en la de expertos profesionales que nos reparan en nuestras necesidades básicas. Desde un relajante jacuzzi a un movido gimnasio para recuperarnos físicamente, o disponer de wifi o alquiler de coches si deseamos ponernos en movimiento, todos -y son muchos- los servicios del hotel están disponibles.
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